HIJOS. Deuda de sangre. Cuando el camino fue la mentira.
- Mariana Esquivel
- 7 sept 2016
- 2 Min. de lectura

La mujer se paraba todos los días en la esquina del barrio, veía salir a Amanda de su casa con el carrito de bebé y le decía: Hola. Al principio, Amanda no se asustó, la mujer estaba bien vestida y no parecía una ladrona pero cuando le dijo: Hola, Amanda, la cuestión cambió.
-¿Usted me conoce?
-No. Conocí a tu mamá.
-Ah. Murió.
-En enero de 1978 murió. En “La Perla”, también le decían “La Universidad”, un Centro Clandestino de Detención en Córdoba. Era mi hermana y estudiaba Sociología. Yo soy de allá y he venido a San Juan a decírtelo. No sabía cómo hacerlo, pero desde que lo sé, no puedo dormir.
A Amanda se le aflojaron las piernas.
-¡Usted está loca!
A sus 38 años, Amanda siempre había tenido esa espina clavada y nadie vendría a tocársela. La burbuja en la que había vivido la protegía y, a la vez, la traicionaba.
-¿Tenés fotos de tu mamá adoptiva embarazada? ¿Sabés en qué hospital naciste, quién fue el médico que te atendió? ¿Coincide tu grupo sanguíneo con el de tus padres? Tu madre se llamaba Isabel, tu padre, Antonio. Era operario del ferrocarril y delegado del gremio. He hablado con el hombre que te entregó, está preso y me dijo que se acuerda del lunar, una marca en forma de estrella en tu espalda, en el omóplato izquierdo. No me creas, Amanda. Pensalo. Tomá, esta es mi tarjeta, me hospedo en el Hotel Provincial. ¿Tu bebé?
-¡No lo toque!
Y diciendo esto con un sonido gutural, primitivo la chica se alejó empujando el carrito. ¿Quién era esta desconocida que venía a correrle el velo? ¿Con qué derecho? Con el de la sangre.
Amanda estuvo idiota e irascible todo el día. Había llevado al control al bebé donde le habían preguntado por las enfermedades familiares: diabetes, hipertensión, celiaquía. ¿Pero tiene importancia eso? Y cuando Amanda le contestó al Pediatra, se le apareció en foto la propaganda de Abuelas: “No le dejés a tu hijo la herencia de la duda. Resolvé tu identidad ahora”
El padre de Amanda, un hombre solo y cansado, está viendo tele. La saluda, le da un beso al nieto y le pregunta cómo le fue en el médico. Ella responde:
-Cómo era el dicho que decía la mami: lo que se hereda…
-No se roba. También decía que saliste hacendosa como ella y con su misma nariz.
Amanda le toma la cara con cariño.
-¡Ay, papá!
-¿Qué te duele, Amanda?
-El alma.
Cenan en silencio. Al acostarse, Amanda se saca la remera, tuerce su cuerpo y mirando lo que siempre miraba, esta vez lo veía claramente: la marca en forma de estrella en su omóplato izquierdo. Busca la tarjeta de la loca, la toma entre sus manos y la acerca a su pecho. Mañana será otro día.
Comments