Cuando el amante de tu pareja está en el seno familiar.
- Mariana Esquivel
- 4 ago 2016
- 2 Min. de lectura

Según el poeta: “Los vientos no vencerán”. Para el Walter, que la Literatura le llegaba a través de las canciones populares, esa afirmación era cierta. Aunque en San Juan, del Zonda nadie se salva.
Como el Walter venía de un terremoto emocional con la Iglesia de la Lágrima Salada, se aferró a la Tere cual náufrago a la balsa. La familia le agradecía a ella que lo hubiera rescatado de manera que la Tere se convirtió en la mismísima encarnación de la Madre del Altísimo. Al Walter le había quedado el cuerpito medio apaleado de su historia amorosa anterior. Decían los griegos: “Te quemarás con leche, hasta que aprendas con sólo ver una vaca” (O algo así)
Otros dichos, los de la década de oro de las series domingueras, eran aceptados y practicados por la familia del Walter como verdades bíblicas: “Lo primero es la familia”, por ej. En las familias hay primos. Los primos son amigos que no elegimos pero que poseen derechos. De chicos, toman los juguetes sin pedir permiso, de adolescentes hacen lo mismo con la ropa y de grandes, la historia que sigue.
Bautismos, cumpleaños, casamientos, aniversarios. El Sergio, primo del Walter, no faltaba a ninguna de esas reuniones. Se dedicaba al cuero, era artesano. A él le gustaba sobarlo y dejarlo suavecito. Eso sí, nadie le había visto ningún trabajo terminado. Cuando la gente le preguntaba qué era de su vida, él respondía:
-Estoy curtiendo.
El clonazepam era al cuerpo como el enamoramiento al Walter. Alguien, su ahijada, tal vez, le había advertido de ciertos movimientos desprolijos del Sergio y la Tere. Pero él no quiso escuchar. Es más, retó a la entrometida.
El Walter era feliz y punto. La Tere le daba los partes diarios del face, de manera que, peleado con la tecnología, sabía todo (todo lo que la Tere quería informarle) sobre sus amigos, familia e hijos. Ella, “había corregido su pasado. La esperaba una lúcida noche. Bien entendida, esa noche agota su historia, porque los actos son nuestros símbolos” (Borges. “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”)
Fue para un cumpleaños. Gente en el patio. La Tere y el Sergio, desaparecidos de la escena principal. Un viento Zonda estaba enloqueciendo a todos. El Walter que empieza a llamar, a buscar a su mujer por la casa. Intenta abrir la puerta de un dormitorio. Cerrado. Golpea. De adentro se escucha:
-Pará, loco, ya te abro.
El Walter entra
-¿A dónde está? (Le pareció haber vivido ya este momento)
-¿Quién? No hay nadie. Vamos.
Y el Zonda, que odia que los poetas lo desafíen, entra en una ráfaga justiciera y abre la puerta del placard donde estaba el Sergio que gritó:
-“No hay nada más lindo que la familia unida”.
Alejandra Araya
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