Famipatía: una enfermedad endémica que afecta a miles de personas. ¿Cómo curarla? Tu opinión es vali
- Mariana Esquivel
- 13 jun 2016
- 2 Min. de lectura
Diré que fue en un instituto de belleza, hace años, allá, bien lejos. Así, las huellas sanjuaninescas de lo que estoy por narrar, desaparecen. Porque, en definitiva, es un ejemplo. ¿De qué? Ustedes, que bien inteligentes son, sacarán sus conclusiones y, obviamente, leerán las mías.
Una mujer de unos treinta me contaba que desde hace unos tres años no se habla con su suegra. ¿Los motivos? Entendí que a raíz de una “metida de pata” del nene, la mamá (o sea de ahora en adelante, Suegra) fue a pelear a la casa de la mujer (de ahora en adelante, Nuera). Insultos, ofensas, improperios. El nene (de ahora en adelante, el nene), miraba. Supongo que como se mira un partido de tenis al que nunca he asistido. Entonces, las heridas incicatrizables del alma hacen que para los días de (el domingo que viene, por ej, del padre) ella (la Nuera) no se junte, para los cumples de sus hijas, la Suegra no asista. Y así con todos: navidades, fines de año, casamientos, etc, etc, etc. (Detalle no menor, lector: asistí al relato de la Nuera. Seguramente que si pudiera acceder al de la Suegra, tendría otra versión)
Escuché. No soy de escuchar, soy de hablar. Pero esta vez, escuché. Mientras lo hacía, una calma existencial (ya que la narración fue incluyendo a suegro, cuñadas, hijas, hijos, vecinos y mascotas) me iba llenando el alma. Dije calma, no alegría. No me alegro jamás con la discordia, con la falta de diálogo entre las personas.
Por qué calma. Porque si hay una enfermedad de la que aún no se ha inventado la vacuna, una enfermedad que diezma poblaciones y es endémica desde tiempos remotos es la: famipatía. La familia te condiciona. Tranquilos, no me puteen todavía. Esperen un poco. No estoy diciendo que eso sea malo. Estoy diciendo que esa educación o formación que recibiste en tu familia, te metió en un molde. Sucede que cuando uno crece, ese molde a veces, queda chico o no te gusta, lo querés cambiar. ¡Qué se yo! Y ahí sobreviene la crisis. No nos vamos a casos extremos de ser un tipo dedicado al folklore y tener un hijo gay que baile en Rapsodia. (Conozco, pero ni que me aprieten los dedos con la puerta, soltaré un dato). Vamos a algo más simplecito: tu vieja es de hacer salsa todos los años y vos, de un día para otro, te hiciste alérgica al tomate.
“Familia: célula básica de la sociedad”. Eso me enseñaron en primer año de Instrucción Cívica en la Escuela de Comercio con la Pata Mallea. ¿Eso es la familia? Para algunos, sí.
Para mí, familia es donde hay amor. Y si hay amor, hay respeto y comprensión. (Ah, bueno, qué original de mi parte. ¿Verdad?) Amor que no entiendo como posesión, sino todo lo contrario, libertad. Amor que implica dejar huellas, pero también abrir la tranquera. Amor que significa darle una miradita, cuidar la huerta del otro, pero no meterse a sacarle la lechuga. Y si lo ves que se mete a sacarte la lechuga, tener la seguridad y el cariño para decirle:
-Alto ahí, no te metás. Pedime. Yo sabré si darte. O no.
¿Qué antígenos debería tener la vacuna contra la famipatía?

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