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Conocí a Luciano en un ámbito no-literario: es gerente de un hotel en Baires. De casualidad, hablamo

  • Foto del escritor: Mariana Esquivel
    Mariana Esquivel
  • 2 jun 2016
  • 3 Min. de lectura

Cuando uno dice: "yo escribo" es porque sabe (ya ha probado algo de esta hermosa locura que es afanarse por un texto, por editar), que asumirse como escritor es una tarea gradual, acompasada y diaria. Lo prometido es deuda: acá está mi amigo Luciano Melchiori inaugurando esta sección de: Escritores Invitados. Un "tapadito" que va creciendo. Que lo disfruten.

Bio: Luciano Javier Melchiori. Nació en 1978 en Ciudad de Buenos Aires, donde vive actualmente. Es Licenciado en Comunicación Social y ferviente escritor de poesías, relatos y narraciones. Participó en 2015 en el libro de antología de poesías “Atonalidades” (Ed. Dunken) y formó parte de la antología de Cuentos del Taller Purapalabra (Ed. Purapalabra). Este año editará a través de la Editorial De Los Cuatro Vientos un nuevo libro de antología de Cuentos y poesía.

Actitud

Es verano. Afuera hay viento cálido. Son las cuatro de la mañana y una vez más, entre miles, la oscuridad me encuentra despierto, navegando en la ceguera obligada de lo profundo de la noche. “-¿Así será la muerte? Lo dudo. Tengo esperanza de que mi muerte no sea oscuridad”- pensé. Recostado sobre mi lado izquierdo percibo que todo funciona normalmente. Quiero decir, respiro, nada duele, muevo brazos y piernas, pestañeo normal. Intento dormir pero sé que no será posible con la cabeza tan cargada. No de culpas, no de deudas, no de amores. Sí de laberintos indescifrables desde mi cuna. Entonces trato de organizarme, como acomodando libros según el tema de tapa. Luego de hojear uno de esos libros imaginarios, quizás el más extenso, llego a la conclusión que cuando uno piensa en algo malo, como puede ser anticiparse al dolor o tener una visión pesimista de las cosas, en general esas especies de pronósticos tarde o temprano terminan por cumplirse. Acto seguido me animo a afirmar que para ver cumplidos vaticinios de prosperidad, la fuerza puesta en el acto debe ser unas cien veces superior a la fuerza –llamémosla- negativa. Exploremos un poco la idea. Uno se predispone al camino. La actitud, la postura ante los hechos que van sucediendo hace la diferencia entre las personas. Es casi una obviedad afirmar que ante el mismo estímulo muchos responderán de una manera y muchos otros de otra. Lo que quiero decir, a fin de cuentas, es que la actitud pesimista debería ser dejada de lado si uno quiere una vida con cierta paz. Una vez juré que pase lo que pasare en mi vida, jamás me suicidaría. Que por más a la deriva que me encontrara, mi actitud sería siempre la de seguir nadando en alguna dirección. El pesimismo aísla. El pesimismo encierra, complica, obliga a planteos superfluos, redundantemente negativos. Ver todo negro es una elección. No confundamos pesimismo con realismo. Nada escapa a tener dos caras. Una realidad puede ser tan negativa para mí como reconfortante para otro. Y mi visión, positiva o negativa, no será menos real que la de otro.

***

Busco acomodarme en la cama, trato de seguir pensando un poco más. Pero mi intento se ve interrumpido por el sollozo de alguien. Luego el sollozo se convierte en llanto y reconozco que proviene de la habitación de al lado. Mi acompañante, que dormía a mi lado en una silla se despierta. Enciende la luz y revisa mi suero. Me pregunta si estoy bien, si necesito algo. Con un gesto le agradezco su preocupación. Al otro día morí. Causas naturales, vejez. Hasta el último respiro hice planes, proyecté, miré para adelante. Y no me arrepiento, siempre preferí mirar lo positivo de la realidad. Nada es completamente verdadero en todo sentido. Asumiendo esto, todos podemos elegir la actitud que tengamos para vivir. Y para morir. Haz que pase, pues todo pasa.

 
 
 

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