¿Religión o Fanatismo? En fin... vamos con el cuento
- Iglesia Cósmica
- 22 may 2016
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Iglesia Cósmica
Según la Iglesia Cósmica de la Lágrima Salada, los lunes no se trabaja. Eso le había dicho el Reverendo al Walter cuando éste empezó a frecuentarla. Problemas de dinero y algunos conflictos familiares lo fueron llevando a formar parte de los Lagrimeros.
Como toda Iglesia, los Lagrimeros también respetan ciertos preceptos: no comen pollo en plenilunio, se saludan tocándose las nalgas y cumplen con el veintezmo que es el 20% de los ingresos.
-¿Qué ingresos? Dijo el Walter. Yo no tengo ingresos si ando sin trabajo.
Y ahí fue cuando el Reverendo le pagó la luz, el agua, el DTV y le compró un carro de mercadería en el Vea.
-Los lunes son del Señor. Debéis obrar para él. Venid al templo. Le dijo el Reverendo.
La Viviana, mujer del Walter, insistía en que el camino afrodisíaco de la iluminación que le faltaba a su marido estaba en esta Iglesia. Por eso al Walter no le quedó otra alternativa que ir al templo al que había que terminar de construir, ponerle piso y levantar paredes. Como el Walter le hacía a todo, el Reverendo le dio la sublime misión.
-Tenéis que sentirte orgulloso, Lagrimero Walter. “El Señor no elige a los preparados, prepara a los elegidos”.
Al Walter no le quedaba claro para qué lo había elegido. El Reverendo le aclaró su duda:
-Descubriréis tu misión en el obrar diario para el Señor.
Como era un tipo parejo y muy voluntarioso, el Walter se acomodó a la situación sin presentar mayores conflictos. El Reverendo observó esas cualidades y le consiguió trabajo en la finca “Tierra Celestial” de La Colonia Rodas, propiedad de la Iglesia Cósmica.
A la Viviana le había dado la cochambre, una enfermedad en la piel que se curaba con una crema especial que le ponía el Reverendo en un rito que sólo él sabía. Los lunes, que (ya sabemos) es el día del Señor, se hacía la sanación no sólo del cuerpo sino del alma de la susodicha. Una condición sine qua non era dejar solos a la posesa y al que desposeía.
Un lunes, el Walter llegó antes del templo y escuchó alaridos y quejas entrecortadas. No se atrevió a interrumpir pues en estos temas del más allá, no hay que usar estrategias del más acá. Al rato salió el Reverendo visiblemente cansado:
-¡Ay, Lagrimero Walter, no sabéis lo difícil que es arrancarle la cochambre a la Lagrimera Viviana! Tened paciencia, hay que seguir con el tratamiento.
El Walter iba de su casa al trabajo y del trabajo a su casa, cumplía con las reglas, no se quejaba. Hasta que un día de ceremonia en el templo el Reverendo lo hizo pasar al altar.
-Lagrimero Walter, habéis encontrado tu misión.
Y poniéndolo el gorro frígido lo saludó a la usanza de la Iglesia Cósmica.
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