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Espejos (Adolorcencia)

  • Foto del escritor: Mariana Esquivel
    Mariana Esquivel
  • 11 may 2016
  • 2 Min. de lectura

Con el desayuno zafaba diciendo que le daba náuseas levantarse y salir tan temprano, que después tomaba un café con una tortita en el kiosco de la escuela. En realidad, había aprendido una serie de argumentos que, a la sazón, resultaban creíbles para sus padres, hermanos, docentes y público en general. El único problema eran los espejos a los que había aprendido a odiar visceralmente. Su cuerpo cada vez más delgado, bailaba una danza mortal dentro del guardapolvo. -Florencia (le preguntó su madre). ¿Vas al ensayo de cheerleading esta tarde? -Sí, sí. Ma, soy porrista. ¿Por qué no llamás a las cosas por su nombre? -Es que porrista… queda mejor decir cheerleading. ¿Venís a almorzar? -No, ma, hoy es jueves, tengo gimnasia. -Llevate un táper con… Tarde. Flor ya iba por la vereda. Como hacía meses no menstruaba, pintaba las toallitas con témpera roja para despistar a su madre. En clase, empezaba su maratón de comparaciones: “Que Sofi tenía los ojos más lindos, Barby un re lomazo, Nicol no estudiaba nunca y se sacaba buenas notas porque era súper inteligente” ¿Y ella? 0. 0 en todo. “Ojos pequeños, patas flacas y sin culo, dura de entendimiento. Soy un desastre”. Flor lo pensaba pero no lo decía. Se marchitaba como planta descuidada y todos miraban para otro lado. Segundo módulo: “Orientación y Tutoría” con la profe psicóloga que siempre llega diez minutos después porque viene del hospital. -Vos, ¿qué ibas a seguir? -Nutricionista. Contestó Florencia. -No te veo… Sabés que no te veo. Vos das para… Arquitecta, o algo así. La clase de (Des)Orientación y Tutoría terminó con un: “Hasta la próxima, chicos, llego tarde al consultorio” A mediodía, Flor estaba famélica. Se compró un sánguche de milanesa y una gaseosa. Varias compañeras hicieron lo mismo. -Ey, ¿¡ya te lo comiste, vieja!? Le dijo Nicol. Flor se lo había devorado en tres minutos. Antes de la clase de gimnasia le empezó a doler la panza. Ya conocía cómo funcionaba la comida en su cuerpo. ¡Qué arrepentida estaba del sánguche! Si con unas papas fritas, suficiente. La de Educación Física les toma asistencia y dice que hoy evaluará. Flor tiene gatitos maullando en la panza. -¡Profe! ¿Puedo ir al baño? Es urgente. -Bueh… vaya. No se demore. Y Flor hace para aliviarse lo que acostumbra. No puede tardar porque van a mandar a una compañera para ver si está descompuesta. Paso 1: dedos. Paso 2: Arcada profunda. Paso 3: Expulsión. Listo. Ha tomado con ambas manos el lavabo. Se lava la cara, se enjuaga la boca, se refresca el cuello. Al levantar la mirada lánguida y extraviada, se asusta. ¿Un fantasma en el baño? No. Era su imagen en el espejo.


 
 
 

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