Taper
- Mariana Esquivel
- 9 may 2016
- 3 Min. de lectura
A la vaga la habían invitado a una reunión de Taper. -Son artículos que hacen la vida más práctica y placentera, dijo su amiga. De eso no hay dudas. Sí, era una reunión de Taper… ¡De Taper Sex! Ya que estaba ahí, la vaga no se iba a achicar. Formas variadísimas. Colores. Para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. Estimulación, consuelo y vibración. Cremas de manzana, cereza, melocotón y arándano. Arneses y máscaras. Plumas y látigos. La vendedora, una mujer que en los ´90 vendía ollas Essen, conocida de la vaga de la Villa Doncel, explicaba el funcionamiento de cada elemento, ponía, sacaba pilas de una manera tan profesional, que las risitas nerviosas se iban acallando y el clima que ponderó fue el informativo. También ofreció esta reunión para despedidas de soltera. Las de soltero las manejaba su marido. En estos casos, los precios variaban con o sin estriper. En un ratito, vendió alrededor de $6000. En un momento en que la mujer se levantó a comer unos sanguchitos y beber algo de la mesa, la vaga se le fue al humo. Quería saber si el negocio era rentable. Ella había intentado hacerse de unos pesos con Amodil, hasta probó con lencería que le sugirió una amiga, y no le iba bien. -Esto te deja el 35% de ganancia. Hoy mi marido tiene una despedida de soltero. Sacá la cuenta. ¿Por qué te creés que andamos cada uno en un 0km? El sexo garpa. -¿Cómo tendría que hacer? -Yo te presento. La propuesta quedó flotando en el aire. La mujer le dio el celu que cuando se dicidiera, se comunicara. La vaga entró en un circuito picamente: cómo voy a vender esas cosas, si se enteran mis padres, qué va a decir la gente, capaz que me sacan la pasantía y estoy a punto de quedar en planta, y si se entera mi Esma, capaz que tenga problemas por los niños. Pero la plata no alcanza y, dice el dicho: billetera mata al quédirán. La vaga llamó a la vendedora de Taper que le sugirió que para entrarle al cliente era mejor que siguiera con los cosméticos y lencería, que fuera ofreciendo esta nueva línea a aquellos que tuvieran un perfil diferente y audaz. -Las personas somos una cajita de sorpresas. Eso sí, dis-cre-ción. Al llegar a su casa con el kit de productos, la pregunta era dónde guardarlos. ¡En la biblioteca! Total, mis viejos poco ven, poco leen. En el fondo del mueble, la vaga metió su nueva mercadería. -¿Qué guardás? Preguntó padre. -¡El muestrario de Taper! -¿Desde cuándo vendés Taper? -Desde ahora, respondió al verse sorprendida Resulta que a la oficina del Centro Cívico donde trabaja la vaga cayó una mujer desesperada por un expediente. Sin conocerla, la vaga la ayudó, ubicó el expediente que estaba traspapelado y el trámite siguió su curso. La mujer era Médica. Especialidad: Sexóloga. Desde ese momento, a la vaga le cambió la suerte. Reuniones, pedidos, ventas, ventas y más ventas. Salvo por un detalle: a sus padres se les ocurrió leer la Santa Biblia. A ver, lector, la Biblia es un libro. ¿Dónde se guardan los libros? ¡Adivinaste! Ahí anda la vaga, explicándoles a sus viejos la utilidad de esos nuevos inventos de Taper que hacen la vida más práctica y placentera.
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