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Ojos

  • Foto del escritor: Mariana Esquivel
    Mariana Esquivel
  • 9 may 2016
  • 3 Min. de lectura

La vaga estaba saliendo con e

l Carlos. El Carlos era… simpático. Buena persona. Honesto, trabajador y soltero. Lindo, lo que se dice lindo, modelo de perfume Paco Raban no. No era el aliento a ajo porque eso se arregla, hay enjuagues bucales y una pastita antiséptica que se pone en la noche y actúa de maravilla. Tampoco eran los pelos en la oreja y en la nariz (Afuera, no adentro) porque con una pincita de depilar o unas banditas de cera, listochau! El Carlos tenía una mirada diferente. Muy diferente. Era bizco. O sea tenía los ojos al estilo Néstor, con todo respeto porque de los difuntos no se habla. Y eso a la vaga, la confundía. (Los ojos la confundían no el difunto de Néstor) A ver, ella no estaba confundida porque de a poquito y después del terremoto grado 8 escala Richter vivido con su Esma (ex marido) que destruyó su mundo emocional, se estaba acomodando. El Carlos la confundía de verdad porque cuando le decía pasame la sal, ella le pasaba el pan. Mirá qué lindo perro, por ej, y la vaga no sabía si era el caniche o el callejero. ¡Desconocía cuál era el ojo bueno y tampoco tenía confianza para preguntarle! Hacía poco que salían y todavía…. Bueh…. Todavía no pasaba naranja. Primera salida: cafecito en la Estación de Servicio de Ignacio de la Roza y Calívar y al pasar un negro africano con un estuche lleno de anillos, aros, pulseras y relojes, la vaga se queda mirando cual niño en vidriera de juguetería y el Carlos que le dice: elegí lo que más te guste y a la vaga le vino una alegría allá abajo como que tenía enanos graciosos columpiándose. De ese día el recuerdo de una pulsera que el Carlos le puso y ella lo miraba para ver cómo la enganchaba, cuál era el ojo correcto pero no. No pudo saber si era el derecho o el izquierdo, pucha che, tenía que seguir adivinando. El Carlos venía calentando motores en boxes. Una manito en el hombro antes de despedir a la vaga en su casa de la Villa Doncel. Ella tenía el departamentito en el fondo, adelante vivían sus padres. Manito con un piquito pero nooo, la vaga giró 47º la cara y el Carlos le dio el beso en la oreja. La vaga pensó éste qué se cree si por un café y una pulsera va a querer besarme me imagino que querrá si me invita a cenar. Esas y otras boludeces que las mujeres dicen ante la posibilidad de fluir sin condiciones. Y pegó el portazo al Corsa ´98 del Carlos que le pareció un poquito violento el modo de cerrar de la vaga. Es que la vaga se había quemado con leche y cuando veía una vaca, se asustaba. El Carlos era como una alcachofa: para encontrarle el corazón sabroso había que pelarlo de hojas duras y la vaga lo estaba logrando aunque ella no se daba cuenta. El Carlos también venía golpeadito, si a sus 38 seguía soltero mucho tuvieron que ver sus ojitos dislocados. Y Carmela, su madre viuda, que lo esperaba todas las noches con cena. Segunda salida: Feria de las Pulgas. La vaga pensó ir con los niños pero algo le dijo que no, su Esma andaba boludeando desde que se había enterado del Carlos. Mejor se quedan con la abuela, la mami ya viene. Traenos sorpresitas. Sí, sí, les traigo. Que el Carlos viene y le regala un peluche gigante con un te amo y ya se venía la definición por penales pero nooo, Carlos tengo que volver temprano porque los niños se han quedado con la mami. Y la vaga que le dice antes de llegar a su casa: pará aquí y en el Corsa le da un beso sublime (Stop, lector, escribí un beso. No hubo más) ¡Vieras qué contento el Carlos! Como perrito chico haciendo piruetas y dando saltitos. Hasta los ojos contentos tenía. Tercera salida: La vaga tenía el finde libre porque los niños se iban con el padre. A la Gladys le había encargado un conjunto de ropa interior de los libritos y con el aguinaldo había ido a la depiladora. Desacostumbrado a que le tocara, el Carlos pidió auxilio al Mono que le dio un listado de dónde llevar a la vaga a albergar en forma transitoria sus almas despojadas. Juntos, el Carlos y la vaga hacen un viaje sanjuanino intergaláctico a un Sitio, dan vuelta la Noche y el Sol para llegar a La Torre más alta entre Los Pinos. Náufragos en la isla de Samaná, se bañan en Acquavite. El Carlos cual Rey Arturo ofreciéndole a La vaga Ginebra, Camelot, su reino y fortaleza. La vaga que duda. No sé. La vaga que acepta. Si sé. La vaga que empieza una nueva historia besándole los ojos.

 
 
 

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