Novela (2)
- Mariana Esquivel
- 9 may 2016
- 3 Min. de lectura
Novela2 Alguna vez escribí: que enterarse que el finado gorrió a la viuda con cuanta mujer se le cruzaba, es más, hasta con la esposa del íntimo amigo, no era agradable. Y no continué la historia. Llegó el momento de hacerlo. Porque si hay algo de lo que el ser humano tiene necesidad es de contar. La gente dice: tengo una para contarte. No dice: tengo una para poetizarte. También agregan: si yo escribiera mi vida, puuuaaa, me haría rico. Lamento comunicarles que no es tan fácil volverse rico escribiendo historias. Porque además del qué contar es el cómo contar. Aunque con mi amigo Ernesto discrepemos en este sentido. También escribí que la gente me cuenta sus historias personales. Intuyo que con el afán de trascender, de que la Literatura (no yo) con ese poder de elevar lo humano a círculos mágicos, cree personajes que permanezcan en el tiempo y los invite al Olimpo a disfrutar de la dolce vita. El finadito gorrió a la viuda con cuanta mujer se le cruzaba. Lo sé de buena fuente si buena fuente es el hijo, un par de amantes y la misma viuda. Estas personas me contaron su versión y aunque hay un mismo hecho, hay cuatro historias distintas. Como lo que escribo es ficción, usaré licencias (Médicas no, retóricas) En un lugar de los Andes, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo que se lanzaba a la conquista femenina con su estilo informal, su auto de porte ganar y su buena posición social. El Hijo: Y, el viejo era un güiner. Jejeje. Jamás nos hizo faltar nada, pero, alguna canita al aire, a veces se tiraba. Yo no sé, no me consta, cosa de él con mi vieja que es bastante hincha pelota. Ahora, de grande y con unos añitos de casado te entrás a cuestionar varias cosas. ¿Qué cosas? Y, la fidelidad, por ej. Corté clavos cuando se publicaron los edictos de la sucesión. ¿A ver si aparecía un hijo del viejo? Pero no, gracias a dios, los bienes quedaron para nosotros. La Amante 1: Nos conocimos en un casamiento. Él era el tío del novio y yo una amiga de la Facultad de la novia. Cuando nos vimos nos clavamos la mirada. Yo le pregunté a alguien: ¿Y ese rico de corbata fucsia? Cuando fui al baño un mozo me dio una servilleta donde había un número de teléfono. Toda la fiesta nos estuvimos mandando mensajes provocadores. El domingo estalló la bomba atómica sexual. Venía muy bien que yo viviera en Córdoba , él viajaba seguido, se inventaba cursos o simposios. Me ayudaba económicamente porque él quería. Fantaseaba con dejar a su esposa pero yo me negaba. Como amante, genial. Pareja, un tipo que camine a la par, jamás. ¿Por qué? Era un megalómano. La Amante 2: Era amigo de mi esposo. Muchísimas veces cenábamos juntos los dos matrimonios y hablábamos en clave para que sólo él y yo nos entendiéramos. Nos juntábamos todos los miércoles a la siesta, cuando mi marido se iba a entrenar. En la cama era un potro, como los que criaba para vender. Varias veces lo hicimos en su estud. El olor a pasto nos excitaba. ¿Miedo? No, cuando estás aburrida del que tenés al lado, cualquier colectivo te deja bien. Mi amiga era mi aliada pues me daba preciada información. Ella estaba cansada de él, pero no se animaba a aceptarlo. Al final, les hice un favor. Como amante, les ayudé a sostener esa relación. Sino, él la mataba. La Viuda: El nuestro era un matrimonio so-cial. Y así funcionamos hasta que se murió. Cuidé la fortuna que quedó en la fa-mi-lia. Fue un padre y un marido ejemplar. Y, los hombres, suelen hacer esas cosas. Ya me lo dijo mi madre: las mujeres tenemos que aguantar por el bien de los hijos, pobrecitos, qué culpa tienen ellos. Una vez estábamos en una confitería y entró una mujer que le dio un pico en la boca. Me dijo que era su amante. Me enfurecí, le pedí el divorcio. Ahá, te lo doy, pero se acabaron los viajes, las tarjetas de crédito, las reuniones, vas a tener que trabajar. Pasó un rato y entró otra mujer al que él saludó. ¿Y esa, quién es? La amante de fulanito, me respondió. Y yo le contesté: La nuestra es más bonita.
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