Imposible
- Alejandra Araya
- 9 may 2016
- 3 Min. de lectura

La vaga no era tonta. Divorciada y con dos hijos que criar sí, tonta no. El pibe universitario de lentes, imberbe y con acné se había acercado tantísimo por la retaguardia que... Primero pensó que era la mochila, los chicos llevan libros de tapa dura o la tablet, tal vez la raqueta de tenis, de padle, pelota a paleta, por qué no. Después dudó, justo a ella le iba a tocar si nunca le toca nada. Pensó en varias opciones, la primera fue correrse al fondo del colectivo. Pero a las siete y cuarto de la mañana, desde Rivadavia al Centro en el 14, moverse era como que los políticos no roben más: un imposible. “Sean realistas, pidan lo imposible” decía el grafiti de la calle Tucumán en la pared del Colegio Nacional copiado del Mayo Francés del ´68. ¿Qué sería lo imposible? Que el Esma (Traducción: ex marido) le pasara la cuota, por ej. Que ella se comprara una motito para dejar de treparse en el 14 todas las mañanas, que el Juez vea su expediente, salir sorteada y que le toque la casita así deja de vivir con sus padres. La vaga no era tonta. El universitario llevaba una lata de cerveza. Pensándolo bien, no. ¿Un paquete de pastillas? Mmm, tampoco. Una calculadora científica. Eso sí. Pero no se iba a correr, después de todo ese era su lugar, en el fondo la gente estaba apiñada y adelante era peligroso, mirá si se caía. Ella iba a seguir ahí, qué tanto, era su lugar y al que nace barrigón, es al ñudo que lo fajen (Ojalá, pibe, que no te fajen nunca) ¡Ah, ya sabía lo que era! La calza. Se había puesto la calza de Vitnik que le había comprado a su compañera de trabajo. Si llevara llin, que son más gruesitos, no se le marcaría taaaanto. ¡A qué se puso la calza! Que el otro día un baboso le dijo que si llevaba una empanada de *** (Traducción: caparazón calcáreo que cubre la mayoría de los moluscos) entre las piernas. Plaza de Desamparados. Se bajan unos cuantos que vienen a la escuela privada pero suben el doble. Ella no afloja, firme como rulo de estatua. El pibe tampoco afloja, al contrario, se ha tomado firmemente del pasamano. O sea que lleva la mochila colgada o tiene una bandolera que con el movimiento se le ha corrido hacia adelante. Podría ser. Medio dormida y cansada, la vaga ni ve las caras afantasmadas, sólo escucha la voz del colectivero que se desayuna con un vaso de jugo de limón. La vaga iba a cambiar de posición, descansar sobre una pierna o echarse hacia adelante apoyándose en el costado del asiento. Pero no quería perderse el privilegio. Poco original el privilegio, pero no quería ser original, quería ser feliz. Bien clarito lo habían dicho las chicas en el “Desafiando Imposibles”: que ser feliz era una elección. La vaga ahorró peso por peso para ir al Teatro Sarmiento a ver a las conferencistas internacionales que vendían su libro “Confianza Total” y que decían que para transformar la vida hay que tomar decisiones, como por ej, darse vuelta y darle un beso al universitario. Otra vez esa palabra: lo imposible. La vaga trabajaba en el Centro Cívico y ya habían pasado Casa de Gobierno, algo tenía que hacer porque el pibe se bajaba en Ingeniería seguro y sería una manera de demostrarse que ella no era tonta ir y decirle al Esma que se dejara de hacer el boludo y le depositara la cuota a los niños y darse vuelta y encajarle un beso al universitario. A los imposibles hay que mojarles la oreja y ponerse los guantes a lo Maidana y no achicarse con los Maihueder de los Jueces que se creen campeones de los expedientes atrasados. La vaga no era tonta. Tímida sí. Bien criada, también. Mujer de su casa. Que justo dio el semáforo y el colectivero aceleraba porque se perdía el verde en la Urquiza y se bajaron muchos y ella dejó de sentir lo que sentía, medio oscuro como estaba a esa hora no vio al universitario que se bajó y se perdió entre la gente y lo posible era que tuviera un parcial y ella se quedó en el colectivo masticando lo imposible para bajarse en la próxima.
Comments