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Ejemplo

  • Alejandra Araya
  • 9 may 2016
  • 3 Min. de lectura

¿Quién dijo que es lindo tener hermanos menores? Esta columna es un homenaje a todos los hermanos mayores, conejillos de Indias de los padres. Hermanos mayores que vieron nacer una y otra vez criaturas que invadían sus espacios y ganaban permisos a progenitores ablandados por el tiempo y asentados en el oficio de criar hijos. ¿Quién dijo que es lindo tener hermanos menores, eh? No, no es lindo. Es un regalo. Y uno aprende con el tiempo que los regalos se disfrutan. -¡Ay, qué coshita, qué bonita! ¿A quién se parece? Es la cara del padre. Rita dixit. -Los chicos cambian con el tiempo. Dijo Noelia, mamá recién parida, entrando a la casa. Detrás venía Matías que con dos años arrastraba su karma de haber quedado hermano mayor. Nadie le consultó la decisión de agregar otro miembro a la familia: tomá, ahí tenés una hermanita, arreglátelas como podás. Y ojito con hacer escenitas de celos, sos el hermano mayor y tenés que dar el ejemplo. ¿Ejemplo de qué? No sé, el ejemplo, entendiste, el e-jem-plo. Vas a cuidarla, le prestarás tus juguetes. Después, cuando vayan a la escuela, le enseñarás lo que no entienda. Y así para toda la eternidad. Cochecito, bolso con pañales, toallitas húmedas, muda de ropa, mantita, asiento huevito para el auto, perfume de bb, Factor AG para los peditos. Madre que saca la teta en cualquier lado, bajo cualquier circunstancia calmando a la beba que abre su bocaza y se pone colorada llorando, pidiendo que la atiendan ya, ya, ya. (Después nos preguntamos por qué de adultos tenemos angustia oral) Matías observa. -¡Mirá cómo toma la teta! ¿Cuánto pesó? ¿Fue un embarazo a término? ¿Parto normal o cesárea? ¿Qué nombre le pusiste? Porque estabas en la duda si Lola o Margarita, como la hija de Adrián Suar y Griselda Siciliani. Hola, Matías. Che, Noe ¿la tuviste en el Argentino? ¿Estás segura que es tuya, no? ¡Hizo el provechito! ¿Cuánto le lleva Matías? 2 añitos, claro, es mejor así, seguiditos. Ya tenés la parejita. Después el tercero y te sacás la tarea. Jijiji. Rita, la tía de Esteban, había dado su opinión sin que nadie se la pidiera. En ese momento entró Amalia, la madre de Esteban. -¿Viste qué linda mi nieta, Rita? Un bombón. Hola, Mati. -Ma, ¿puedo dejar unos días el auto en tu garaje? Pasa que… Preguntó Esteban a su madre que sacaba paquetes de pañales, de facturas, de verdura. -¡Ni loco! ¿Adónde estaciona el auto mi novio que se queda a dormir en casa los fines de semana? Jejeje. Pasé por el súper y les hice unas compritas. -Gracias, Amalia. Tenemos de todo. Yo me acupé de la mercadería antes del parto. Dijo Noelia. -¡Cierto que has manejado hasta último momento! Una gracia e´dio, niiiiiña. Jejeje. Amalia dixit. Matías miraba el espectáculo circense sentado en un rincón con un camión de plástico, regalo de reyes, abrazado a su cuerpo. Incómodo camión, pero los varoncitos no abrazan ni muñecas ni osos de peluche (No me hagan explicar por qué) que sería, en estos casos de angustia extrema, más cómodo, agradable y relajado. -Mati, vení a ver a tu hermanita. Dale, vení. Está mudo, mira que es charlatán, pero ahora… Vení, Mati, mirá cómo duerme. Exigió la tía abuela Rita. -Rita, dejalo tranquilo. Respetemos sus tiempos. Noelia trazó una raya protegiendo a su hijo. -Rita, vamos a la clase de salsa, ya es la hora. Dijo Amalia poniendo “paños fríos” a la charla. Quedaron los 4 solitos con la casa en paz. Mientras Esteban y Noelia andaban por la cocina. Matías se metió al dormitorio de la beba que dormía plácidamente en su cuna. Dejó el camión en el piso y deslizó su mano derecha entre los barrotes de madera para tocarla. Su hermana despertó y lo buscó con sus ojos tomándole el dedo índice con fuerza, compartiendo las miradas. Sin ejemplos, sin celos, sin invasiones. Un pacto de amor que ambos sellaron en silencio.


 
 
 

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