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Afro-Dita

  • Foto del escritor: Mariana Esquivel
    Mariana Esquivel
  • 11 may 2016
  • 3 Min. de lectura

Afro-Dita no es standupista, es lecturaupista. Y les trae este cuento.

Nave Joven viuda y estanciera. 1970. Lolita Torres y Jorge Barreiro. ¿Te acordás cuando la fuimos a ver al Cine Center? Dijo Vivi. -Obvio que me acuerdo. Yo quería ver El despertar del sexo con Nora Cárpena e Ignacio Quirós, pero vos dale que va con Lolita. Contestó Lucy. -¡Lolita Torres! Nunca se besaba con sus galanes. Guardo en mi corazón esa última escena de la película cuando ella está cantando Espera un poco, un poquiiiito más y Barreiro se baja de la camioneta y entra a la sala y se abrazan y viene el final feliz, feliz, feliz. -¡Ahá, hermoso! Pero vos ni sos joven viuda y menos estanciera. ¡Pero te convertiste en riiica! ¿Cuánta guita te tocó de la repartija con el Quetejedi? ¡Yo que vos me dedicaría a viajar, Vivi! -Todo a su debido tiempo. Hay que ser como la hormiga, no como la cigarra. Después se viene el invierno y -Hace frío, Viviana. En el invierno hace frío. -No seas ácida. Las viudas tienen una categoría diferente. Se-las-res-pe-ta. Además, aunque el finado hubiese sido una porquería, nadie se acuerda. Todos los muertos son buenos. -Insisto: vos no sos viuda. -¡Qué lástima, con lo bien que me sienta el negro! La viuda tiene una categoría de santa. -Y de esclava. En el siglo XIX tenían que hacer un duelo eterno. En el teatro Colón les destinaron un lugar enrejado abajo del escenario. Llegaban cuando ya había comenzado el espectáculo y se iban antes pues no podían ser vistas. -No me interesa la Historia. A la viuda se la comprende, la gente dice: Pobre. Y le perdona todas las cagadas que se manda. En cambio a la divorciada, la cuestionan.

En la FM que iban escuchando mientras viajaban en el auto sonaba: “La nave del olvido” en la voz de Cristian Castro. ”Espera un poco, un poquito más para llevarte mi felicidad, espera un poco, un poquito más, me moriría si te vas”. Como Viviana ya no tenía conflictos, se dedicaba a crearlos. Pequeños o grandes, simples o complejos alimentaban su cotidianeidad solitaria: que el sodero no le dejó el vuelto, el jardinero no podó el rosal, el perro está triste o el Banco no le daba una sala para contar su verdulería de billetes. -Me quedo con la versión de Lolita Torres: ”Espera, no entendería mi mañana si te fueras y hasta te admito que tu amor me lo mintieras, te adoraría aunque tú no me quisieras. Eeeeespera un poco” -Esperá un poco. ¿Y si una nave extraterrestre se lo lleva? Preguntó Lucy. -¡Ah no, eso sí que no! Sería un desaparecido. Y entraría en otra categoría. Para ser viuda es condición sine qua non un muerto. -Tenés razón. Y no es que sea pisa brote pero al Quetejedi lo vi muy sanito el otro día.

Mecha y Lucy estaban en el club esperando a Vivi. Mientras tanto, comentaban. -La mujer vive un promedio de 5 a 10 años más que el hombre, por eso hay más viudas que viudos. La mitad de las mujeres mayores son viudas. -Hay un estudio de la UBA hecho por un antropólogo social, el Dr. Humberto Frottoni que habla de la invisibilidad social de la viuda. La viuda encuentra más dificultades de las comunes en gestiones, actos sociales y otros eventos en los que antes participaba junto con su marido. -Vivi no es viuda, aunque ella insista con eso de: ”Para mí, él murió” -No, viuda no. Pero se convirtió en invisible. -Shhh, callate que ahí viene.

Vivi llegó cantando: -Espera, aún me quedan en mis manos primaveras para colmarte de caricias todas nuevas que morirían en mis manos si te fueras. -¡Epa! ¡Qué buena vibra! Dijo Mecha. -¿Qué no sabemos? Agregó Lucy. -Un señor muy aseñorado me ha invitado a cenar esta noche. -¿El Licenciado? Vivi dijo que sí con la cabeza mientras esbozaba una mueca y agregó. -Si existiera la máquina para medir la sinceridad, yo la compro. ¡Aunque cueste una fortuna! ¿Cómo sé si el Licenciado se me acerca por la guita?

Vivi no era mala ni buena, era predecible. Y lo predecible no es un lugar seguro. Le hubiese gustado cantar como Lolita Torres: ”Espera, aún la nave del olvido no ha partido, no condenemos al naufragio lo vivido, por nuestro ayer, por nuestro amor, yo te lo pido”, y ver que su Jorge Quetejedi Barreiro volvía a buscarla. Sin embargo lo más cerca que estuvo del color negro fue cuando vio el humo. Hacía mucho tiempo que Jorge Quetejedi Barreiro había decidido quemar las naves. Tal vez si en vez de:”Joven viuda y estanciera” hubiese visto: “El despertar del sexo”, su historia hubiese sido distinta. Alejandra Araya


 
 
 

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